María Simma, las almas del purgatorio y Garabandal
María Simma nació en Austria, en la pequeña aldea de Sonntag, el 2 de febrero de 1915. Desde niña soñó con entregar su vida a Dios en una orden religiosa. Sin embargo, a causa de su débil constitución física, fue rechazada por tres distintas comunidades. Al principio, María no comprendió por qué el Señor no le permitía realizar ese deseo de consagración que había suscitado en ella. Con el paso del tiempo fue entendiendo que la consagración que el Señor le pedía no debía realizarla dentro de una comunidad religiosa, sino en un exigente servicio de caridad hacia las tan necesitadas almas del purgatorio.
La primera “visita” de un alma del purgatorio la recibió durante una noche del año 1940. María tenía 25 años. Durante los primeros años, hasta 1953, solamente la visitaban dos o tres almas al año, la mayor parte de ellas a lo largo del mes de noviembre. El año 1954 fue proclamado por el Papa Pío XII «Año Mariano», con motivo del centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. A lo largo de ese año, las almas visitaron a María cada noche. Terminado el año jubilar, las visitas disminuyeron un poco, pero normalmente no bajaban de tres o cuatro a la semana. Días antes de iniciarse el Año Mariano, comenzaron para María Simma los sufrimientos místicos en expiación por las almas del purgatorio. A veces sentía como si tirasen violentamente de sus miembros, otras como si por todas partes de su cuerpo clavaran con violencia puñales afilados. Los sufrimientos de expiación por las penas a causa del aborto o de la impureza consistían en terribles dolores de vientre y grandes náuseas. En otras ocasiones experimentaba como si estuviera durante horas tumbada entre bloques de hielo. El frío le penetraba hasta la médula: eran los sufrimientos por la tibieza y por la frialdad religiosa.
Pero ni sus sufrimientos ni sus extraordinarias experiencias encerraron a María en sí misma. Al contrario, todos los que la conocieron dan testimonio de que, hasta su muerte, que tuvo lugar el 16 de marzo de 2004, María fue siempre una mujer acogedora con todos los que acudían a confiarle cualquier tipo de sufrimiento o prueba espiritual. Fue un ejemplo de abnegación, de espíritu de sacrificio y de pobreza. Cuando le preguntaban por qué Dios le había concedido esas experiencias, ella respondía: «Dios lo permite para que, a través de mi apostolado, otras personas entiendan claramente que nuestro tiempo en la tierra es solamente para ganarnos el Cielo».
Hay un interesante libro del año 1993, titulado: «¡Sáquennos de aquí! Una entrevista de Nicky Eltz a María Simma». Es el fruto de más de treinta entrevistas, realizadas a lo largo de unos cinco años. En él, María Simma describe con toda sencillez sus experiencias y responde con mucha sensatez a las muchas preguntas del entrevistador. Ciertamente, el testimonio de María Simma todavía debe ser estudiado y valorado por la Iglesia —a su juicio nos remitimos—, pero conozco a muchas personas que han leído este libro, y puedo asegurar que su lectura no deja indiferente a nadie. En primer lugar, hace ver a las almas del purgatorio como verdaderas hermanas nuestras, necesitadas de nuestra ayuda y compasión. Pero, además, mueve a sus lectores a un mayor amor a Dios, a comprender cuántas cosas tenemos que darle aún al Señor si no queremos tener que expiar nuestras faltas y omisiones en el purgatorio, ayuda a vivir la Eucaristía con más devoción… Pero, además, este libro toca —en varios momentos y de varias maneras— los mensajes y advertencias que nuestra Madre dio en las apariciones de San Sebastián de Garabandal. Y me ha parecido que podíamos sacar mucho provecho de su estudio y reflexión.
La primera referencia al tema de Garabandal la encontramos en boca de María Simma a las pocas páginas de comenzar el libro. Nicky Eltz no le estaba preguntando por Garabandal. Su pregunta era: «¿Saben las benditas ánimas del purgatorio lo que va a pasar?». Pero María responde haciendo referencia a algo que se parece mucho a lo que sabemos del «Aviso» de Garabandal, uno de los hechos proféticos anunciados por la Virgen a las videntes. Estas son las palabras de María Simma: «Sí, saben algo, pero no todo. Me han dicho que va a pasar algo verdaderamente importante, que está a las puertas. Durante muchos años decían que estaba “delante de la puerta”, pero desde mayo de 1993 han usado la expresión “a las puertas”. Será algo para la conversión de la humanidad».
Simma es consciente de que es difícil creer una afirmación así y por eso, para dar credibilidad a las almas y a sí misma, señala dos situaciones en las que las almas le avisaron de cosas que poco después se cumplieron: «A una escala menor, me han contado cosas que ocurrieron poco tiempo después. En el verano de 1954, me avisaron de las inundaciones que hicieron tanto daño en esta región. Otra vez también me dijeron que aún había personas con vida bajo la nieve tras una avalancha. Así que los equipos de rescate continuaron buscando más tiempo de lo previsto y, en efecto, consiguieron localizar y salvar a esas personas dos días después de que les pidiera que, por favor, siguieran con la búsqueda».
Algunas páginas más adelante, el entrevistador vuelve a preguntar sobre acontecimientos por venir: «¿Le han contado las almas algo específico acerca de su propio futuro?». María Simma responde aludiendo de nuevo a algo que parece tener relación con las profecías de Garabandal: «No en detalle, pero, en varias ocasiones, han dicho que algo muy importante está a las puertas, justo enfrente de nosotros. Pero no sé si todavía estaré aquí para verlo. Como dije anteriormente, vendrá de Dios y será para la conversión de todos. Dios hará muy clara su existencia pero, aún así, no todos convertirán sus corazones hacia Él». Y, algo más adelante, María insiste: «Creo que Dios se revelará claramente muy, pero que muy pronto, porque nos hemos alejado demasiado de Él».
Nicky Eltz hace una pregunta muy seria a María Simma: «¿Qué podría decirme de Satanás y la actividad que desarrolla en la actualidad?». Y ella responde con una afirmación que no puede sorprendernos demasiado, porque tenemos la evidencia ante nuestros ojos: «Nunca antes había sido tan fuerte y tan activo como hoy en día». Eltz sigue preguntando:
«¿Y por qué piensa que esto es así?». María responde: «El siglo XX no puede compararse a ningún otro siglo en cuanto a apostasía, asesinatos, codicia por dinero y poder, odio, falta de misericordia y de oración. ¡Ha sido su siglo! El que haya estado tan activo se debe también a que Satanás sabe que un gran evento está por ocurrir que servirá para la conversión de la humanidad. Sabe que su juego pronto se debilitará notablemente y él siempre da su grito más fuerte antes de ser derrotado». De nuevo la respuesta de María apunta hacia algo que tiene muchas semejanzas con el «Aviso» de Garabandal.
Por fin, llega un punto de la conversación, en el que María explica qué es y dónde está Garabandal, lugar al que ella misma ha acudido en peregrinación varias veces: «Garabandal es un pueblo de montaña en España donde Nuestra Madre se apareció a unas niñas en los años 60. De allí proviene la siguiente advertencia que, esencialmente, es esta: “Llegará un momento en que cada persona de la tierra verá la condición de su propia alma, y muchos morirán de espanto al verla”. Es lo mismo que le sucede a cada uno durante el proceso de muerte, pero entonces les pasará a todos al mismo tiempo».
Para entender las conexiones entre lo que las almas le han dicho a María Simma y lo que la Virgen dijo a las niñas de Garabandal, basta con leer el testimonio de las videntes. Pero no deja de impresionar que, cada vez que las almas aluden a cosas que están todavía por venir —según el testimonio de María Simma—, hagan referencia al Aviso. Es como si estuvieran insistiendo en que no hay cosa más importante —de las que tenemos entre manos— que la salvación de nuestras almas. Y ciertamente así es, si creemos en la vida eterna, si valoramos nuestra salvación, si tenemos verdaderos deseos de ir al Cielo.
Las niñas de Garabandal señalaron que, antes de que llegase el Aviso, la Iglesia tendría que pasar por una «gran tribulación», una dura prueba en la que se unirían factores externos e internos: persecución, «(la Iglesia) daría la impresión de estar a punto de perecer»; y crisis de fe, «muchos ya habrán dejado de practicar la religión». Las almas del purgatorio lo corroboran. Así lo describe María Simma: «Las almas del purgatorio me han comentado que la Iglesia se encuentra en el peor estado de su historia. Pero también me han informado de que la situación mejorará, y que tengamos esperanza. Vendrán tiempos pacíficos. Antes de esto, sin embargo, habrá una gran tormenta, sobre la cual Nuestra Madre no desea que nos preocupemos, ni que pensemos en ella o andemos con suposiciones. Dios siempre cuida a sus hijos. Esta gran tormenta incluirá las profecías de La Salette —que anuncian que, algo que nunca antes hemos visto, se acerca a nosotros; aquellas de Fátima; y también incluirá la advertencia de Garabandal y los secretos guardados por los “niños” de Medjugorje». «Por quien más debemos rezar es por Estados Unidos. Allí no han sufrido en su propia tierra una guerra durante este siglo, y abunda el orgullo, la codicia, el ocultismo, las sectas, los abortos y el materialismo. Lo que está a las puertas, según dicen las almas, afectará dramáticamente a Estados Unidos».
Además de las profecías sobre el Aviso, Milagro y Castigo, la Virgen dio —en Garabandal—, dos mensajes públicos. Entre los temas que se toca en ellos, hay una importante advertencia sobre la crisis sacerdotal que, desconocida para la mayor parte de los fieles, se gestaba en el corazón de la Iglesia: «Los sacerdotes, obispos y cardenales van muchos por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas». María sabe que hay muchos sacerdotes, obispos y cardenales en el purgatorio. También sabe que algunos sacerdotes, obispos y cardenales se han perdido para siempre en el infierno. Y sabe que, ciertamente, son los sacerdotes los que más responsabilidad tienen de la actual situación de la Iglesia. Así se expresa María Simma: «Las almas del purgatorio me han dicho que nunca antes, en la historia de la Iglesia, esta ha estado en tan mal estado como hoy en día. En todas partes reina el pecado de apostasía, y es a los sacerdotes a quienes se los considerará más responsables de ello. En lugar de rezar y enseñar la Palabra, parece que corren de un lugar a otro estudiando psicología, oratoria, contabilidad o lo que sea, aprendiendo cómo acercarse a su público. Son ellos los que han de mostrar al pueblo cómo acercarse a Jesús y a María a través de la oración, y no tratar de aprender ellos mismos a ajustarse o “estar al día” con esta sociedad tan secularizada».
Ante estas declaraciones, Nicky Eltz se atreve a preguntar: «¿Debemos tener miedo de dichas advertencias?». Y María responde: «Únicamente si estamos muy lejos de Dios y llenos de pecado tendremos razones para tener miedo, pero si intentamos estar constantemente con Él no tenemos nada que temer. (…) Nunca, nunca, debemos inquietarnos, porque el miedo viene solo de Satanás. Si intentamos de verdad vivir con Dios todos los días, Él nos protegerá de todo lo que esté por venir. Las personas que rezan estarán a salvo, pero las que no, serán sorprendidas con la guardia baja, y estarán desprotegidas. Es así de sencillo: debemos confiar en Dios y en su Madre con la confianza de los niños pequeños».
Como dije anteriormente, el testimonio de María Simma es una revelación privada aún en fase de estudio por parte de la Iglesia. Y aunque la Iglesia llegara a ver en las experiencias de María Simma señales de sobrenaturalidad, seguirían sin pertenecer al depósito de la fe. Como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, la función de las revelaciones privadas, «no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia» (CEC 67). Esto es así. Pero, junto a esto, también es cierta la afirmación de Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini, que la revelación privada, «puede tener un cierto carácter profético (cf. 1 Ts 5,19-21) y prestar una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el presente; de ahí que no se pueda descartar». Las declaraciones de María Simma no contradicen la fe de la Iglesia, es más, nos ayudan a vivirla con más intensidad y entrega. En ese sentido debemos es en el que debemos acogerlas.