Confusión y Oscuridad

En tiempos de confusión y oscuridad, es crucial que los católicos se mantengan firmes en su fe y reconozcan la lucha espiritual que se libra en el mundo. Este artículo se adentra en las enseñanzas de San Enrique de Ossó y su visión sobre la dualidad de los reinos, destacando la importancia de elegir el bando correcto en esta contienda eterna.

La Dualidad de los Reinos

San Enrique de Ossó, un santo conocido por su profunda espiritualidad, nos recuerda que en este mundo hay dos príncipes que se disputan el dominio de nuestras almas: Cristo y el demonio. Esta lucha no es solo teórica, sino que se manifiesta en cada aspecto de nuestra vida diaria.

La bandera de Cristo lleva el lema «breve penar, eterno gozar», mientras que la del demonio proclama «breve gozar, eterno penar». Esta contraposición refleja la naturaleza efímera de las tentaciones terrenales frente a la promesa de la vida eterna que nos ofrece Cristo.

Cristo y el demonio

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En la actualidad, muchos se encuentran atrapados en la confusión de Babilonia, donde la ley natural es despreciada y las verdades de la fe son cuestionadas. Este ambiente hostil es un campo de batalla donde los católicos deben estar alertas y listos para defender su fe.

Las Ventajas de Babilonia

La ciudad de Babilonia, que simboliza el dominio del demonio, parece tener ventajas humanas evidentes. Sus seguidores son numerosos, y sus promesas de satisfacción inmediata son seductoras. Sin embargo, es esencial recordar que la verdadera victoria se encuentra en Cristo.

Si tomamos una muestra aleatoria de cien personas, es probable que solo una viva de acuerdo a los principios cristianos. Esta realidad puede ser desalentadora, pero no debemos perder la fe. La mayoría de los que se dicen católicos pueden estar, sin darse cuenta, alineados con la mentalidad babilónica, traicionando los ideales de Cristo.

Babilonia y la confusión

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Debemos reflexionar sobre nuestra propia vida y preguntarnos: ¿somos verdaderamente de Cristo? ¿O estamos permitiendo que las influencias de Babilonia nos arrastren a un camino de traición y confusión?

Identificando a los Traidores

San Enrique de Ossó también nos advierte sobre aquellos que, sin reconocerlo, son traidores a la causa de Cristo. Estos son los que, al pasar por una iglesia, no hacen la señal de la cruz o se avergüenzan de mostrar su fe en público. Esta falta de valentía es un claro indicativo de que están en el bando equivocado.

Es fundamental que los católicos se atrevan a vivir su fe abiertamente. Defender a Cristo en nuestras conversaciones y acciones es un deber de todos los creyentes. La pasividad y el miedo a la crítica no son opciones para quienes han elegido seguir a Cristo.

Defender la fe

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Los que buscan la comodidad y evitan el conflicto, creyendo que la paz se logra evitando enfrentamientos, están equivocados. Cristo mismo nos dijo que no vino a traer la paz, sino la espada. Esto implica que debemos estar preparados para luchar por nuestra fe y enfrentar la adversidad con valentía.

La Prudencia en la Acción

Es crucial entender que la verdadera prudencia no es la inacción. La prudencia debe llevarnos a actuar cuando se presenta la oportunidad. No podemos quedarnos sentados esperando que otros tomen la iniciativa. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en esta batalla espiritual.

Como católicos, estamos llamados a ser defensores de la vida y de la verdad. Esto significa que debemos hablar y actuar en contra de las injusticias, incluyendo el aborto y otras violaciones a la ley natural. La búsqueda de cargos y prestigio dentro de la iglesia no debe ser nuestra motivación; más bien, debemos buscar servir a Dios y a los demás desinteresadamente.

Servir a Dios

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El verdadero militante de Cristo busca la gloria de Dios y no su propia fama. La humildad y el servicio deben ser nuestras guías en este camino, recordando que todos estamos llamados a ser santos y a vivir de acuerdo a los principios del Evangelio.

El Llamado a la Consagración

En medio de esta lucha, es vital consagrarnos al Inmaculado Corazón de María. Ella es nuestra madre y modelo de fe, y al consagrarnos a ella, encontramos la fortaleza y la guía necesarias para enfrentar los desafíos de nuestra vida espiritual.

Al final, el Corazón Inmaculado de María triunfará. Aquellos que se consagren a ella recibirán la promesa de la salvación eterna y serán adornados como flores ante el trono de Dios. Este es un llamado a todos los católicos: abrir nuestro corazón a la acción de María y permitir que su amor y gracia transformen nuestras vidas.

Consagración a María

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En conclusión, la batalla espiritual es real y todos estamos llamados a participar en ella. No podemos permitir que la confusión de Babilonia nos desanime. En cambio, debemos mantenernos firmes en nuestra fe, defender a Cristo y vivir de acuerdo a sus enseñanzas. La victoria está asegurada para aquellos que permanecen fieles a su llamado.

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